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tres carabelas

 hoy vi brillar el manto

de espigas doradas que adornan

                  como luces de miel

                  o tiritas de caramelo

tu frente de suaves curvas


y como una taína caí de rodillas

ante tus tres carabelas

que se abrieron paso sin clemencia

conquistando mi alma

                            mi espíritu

                                  mi historia

adueñándote de mi amor con tu luz güera

así de salvaje

y Dios mío ¡cuánta luz!

si desde que vi tu pelo de trigo

tu pelo de llanura por la tarde

nunca más el sol volvió a ser brillante

porque ahora

                     para mis ojos

vos

sos

sol


y encandecida te veo iluminar a los pájaros

a los perros y al arroyo

y a la tierra seca y a los que te miran

                   incrédulos

porque no pueden ocultar la sonrisa que les provoca 

tu carcajada de campanas


no sabía que aquella mañana de solsticio

iba a dar a luz

al sol que nunca se apaga

y que todo

          pero todo

lo transforma en amor

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hasta y cuarto

peces y frazadas dentro de las llaves que abren cualquier candado no se sentía ni un brillo en aquel abril pero se jugaban los sombreros en toda apuesta y hasta quizás algún que otro beso rezongaban por barajarse en las auroras aquellos ángeles de pósters hasta que las pegatinas ya no embarraban y se hacían quimera en el cuarto ¡y la honra! que te descajeta incluso los huesos sin saber si es una faca o si la ausencia te toca la puerta donde ya una vez se vistió con perfume al niño  ¡mierda que se jode con dientes al corazón! al fin siempre se cobra todas las jugadas dejandote deshojado y en completo silencio sintiendo que la sangre se pisa con la lengua

Ha de vomitarse

ha de vomitarse la escritura lanzarla de a cruentos   espasmos                                     con fuerza sentir el primer repligue en el plexo subiendo el placebo                                    de cada sílaba detenerla entre las pieles del esófago concibiendo el fuego de lo que crece irascible en las fauces de la caverna tibia sentir los trozos de cada letra raspar la envergadura semántica en furiosa cadencia presionarla contra las rocas de la cueva aunarla con la savia sabia de la saliva y en un chirriado                      ronco                        dilatado himno lírico de parto reventarla contra el papel hasta dejarla forastera huérfana de útero                               sola