peces y frazadas
dentro de las llaves que abren cualquier candado
no se sentía ni un brillo en aquel abril
pero se jugaban los sombreros en toda apuesta
y hasta quizás
algún que otro beso
rezongaban por barajarse en las auroras
aquellos ángeles de pósters
hasta que las pegatinas ya no embarraban
y se hacían quimera en el cuarto
¡y la honra! que te descajeta incluso los huesos
sin saber si es una faca o si la ausencia te toca la puerta
donde ya una vez se vistió con perfume al niño
donde ya una vez se vistió con perfume al niño
¡mierda que se jode con dientes al corazón!
al fin siempre se cobra todas las jugadas
dejandote deshojado
y en completo silencio
sintiendo que la sangre se pisa con la lengua
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